En casa no somos muy de mermeladas. Si por mermelada nos referimos a las tradicionales que se toman en tostadas en todas las casas: melocotón, fresa, ciruela...
Lo que si nos gustan son las mermeladas extrañas, por ejemplo de verduras, para acompañar normalmente a una tabla de quesos, o carne de pato... las probamos todas: calabaza, higos, berenjena... y si llevan algún extra, como mostaza, aún mejor. Pero la verdad es que cada bote nos dura meses abierto, comemos muy poquito.
Pero con la mermelada de tomate es otra cosa. Nos encanta. Siempre que vamos a España nos traemos unos botes, ya que aquí no la encontramos. Nos encanta para desayunar con una tostada de semillas y queso crema.
Así que ahora que los tomates empiezan a saber poco a poco a lo que deberían saber, y los precios van bajando (y aprovechando que nos hemos quedado sin reservas de mermelada...), no hay mejor escusa para hacerla en casa.
A mi me gusta con menos azúcar que la proporción habitual en las mermeladas clásicas. Aquí indico un tercio del peso del tomate, pero podríamos incluso ponerle menos cantidad. O más, ¡depende del gusto de vuestra casa! Probadlo y me contáis.
Esta mermelada está buenísima para acompañar a cualquier tipo de queso, como el crema de untar, o unas tostas de queso de cabra ligeramente derretidas en el horno. Para chuparse los dedos...